INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
La SALUD MENTAL se define, así como un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad.
La ENFERMEDAD o EL TRASTORNO MENTAL es una alteración de tipo emocional, cognitivo o comportamiento, en que quedan afectados procesos psicológicos básicos como son la emoción, la motivación, la cognición, la conciencia, la conducta, la percepción, la sensación, el aprendizaje, el lenguaje, etc. Lo que dificulta a la persona su adaptación al entorno cultural y social en que vive y crea alguna forma de malestar subjetivo.
No es fácil establecer una causa-efecto en la aparición de la enfermedad mental, sino que son múltiples y en ella confluyen factores biológicos (alteraciones bioquímicas, metabólicas, etc.), factores psicológicos (vivencias del sujeto, aprendizaje, etc.) y factores sociales (cultura, ámbito social y familiar, etc.) que pueden influir en su aparición.
La comunidad educativa está mirando cada vez con más atención el aspecto de la salud mental del profesorado, ya que en mayor o menor medida los docentes se encuentran expuestos a situaciones de estrés, a veces viéndose implicados en episodios muy complejos. Entre las responsabilidades que conlleva la tarea docente más la que se le han ido sumando sin que correspondan exactamente a su área de competitividad, muchos profesores se ven sobrecargados y comienzan a deteriorarse en su salud mental.
La salud mental laboral es un concepto de la salud preventiva que alude a un estado de bienestar integral del trabajador. Lamentablemente, ese bienestar en los profesores, a menudo se deteriora y resulta preocupante, aquellos docentes que sufren de ansiedad o estrés por múltiples razones, se enfrentarse a la educación emocional. Porque el cerebro del niño lee las emociones negativas de una persona que sufre de estrés crónico y hace una comprensión implícita de éstas. En otras palabras, las emociones son contagiosas y un profesor que sufre del llamado síndrome burn out (desgaste), puede llegar a perder la sensibilidad para atender las emociones de sus alumnos. Por lo mismo, proteger la salud mental de los profesores debería ser una tarea urgente e ineludible; hacerlo no sólo es proteger sus emociones, sino también las de los estudiantes.
Un maestro incapaz de evitar que sus conflictos y frustraciones se reflejen en la situación escolar ejerce un efecto destructivo sobre la formación del educando. La cuestión no se refiere únicamente a la preparación profesional del maestro. No basta con que éste entienda los principios básicos del desarrollo del niño y se esfuerce en aplicarlo. El maestro debe ser persona segura de sí misma, emocionalmente integrada, que viva una vida plena y con aplomo. Tendrá sus preocupaciones y problemas de índole material y espiritual, pero no debe permitir que éstos le afecten hasta el extremo de dañar su eficacia en la tarea educativa.
Con frecuencia se hacen comentarios desfavorables sobre el magisterio a base de aspectos tales como bajos salarios, demandas irrazonables de algunos grupos en la sociedad, excesivo trabajo después de las horas de clase, falta de interés de los alumnos, etcétera. En lugar de exagerar las desventajas, el maestro debe pensar más en valores positivos de la labor docente. Por ejemplo: Enseñar ofrece la oportunidad para el logro y satisfacción personal; estimula al individuo a adoptar una actitud vigilante hacia lo que ocurre en el mundo; enseñar es una labor limpia, digna; la enseñanza pone en contacto con el entusiasmo de la niñez y la juventud.
Es recomendable que el maestro destaque los méritos y las ventajas que conlleva la labor de enseñar a otros. ¡Ayudar a formar personas íntegras y maduras, con paciencia, comprensión y esmero, es una de las actividades más trascendentales del ser humano!
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